lunes, 1 de septiembre de 2008

APRENDÍ Y DECIDÍ TRIUNFAR

POR: Walt Disney

Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar...
decidí no esperar a las oportunidades sino yo mismo buscarlas,
decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución,
decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis,
decidí ver cada noche como un misterio a resolver,
decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.


Aquel día descubrí que mi único rival no eran más que mis propias debilidades, y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos, aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer a no ganar, descubrí que no era yo el mejor y que quizás nunca lo fui, me dejó de importar quién ganara o perdiera, ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer.

Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.

Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamar a alguien "Amigo".
 
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, "el amor es una filosofía de vida".
Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas... aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad, desde aquel día ya no duermo para descansar...
...ahora simplemente duermo para soñar.

TU FE, UNA MIRADA EN CRISTO



POR: MICHEL QUOIST


Allí donde no ves más que una gota de agua, el científico a través del microscopio ve un mundo de seres vivos que se mueven.
Allí donde no ves más que una cosa, el poeta y el artista ven los indicios de una realidad más grande y más bella.
Allí donde el hombre no ve más que personas vivientes y acontecimientos producidos por el azar, el cristiano ve Hijos de Dios y el Reino del Padre que se construye.
Tus sentidos te dan una mirada de carne. Tu inteligencia, una mirada de razón. Tu Fe, una mirada de Cristo. Con la mirada de Cristo injertada en la tuya, puedes conocer a Dios, el universo, a los hombres y a ti mismo, como Él los conoce y como se conoce a Sí mismo. Creer es encontrar siempre a Jesucristo para unirse con su manera de VER.

La Fe no es:
una impresión o un sentimiento,
una forma de optimismo frente a la vida,
la satisfacción de una necesidad de seguridad.
Tampoco es:
una opinión,
una regla de vida moral,
una convicción fundada en un razonamiento,
una evidencia científica.

La Fe es ante todo una Gracia, es decir un Don de Dios. Esta gracia nos ayuda a encontrar una persona viviente, Jesucristo, nos permite adquirir la certeza de que esta Persona dijo la verdad, y que su testimonio -palabra y vida- es exacto. Fuerte con esta certeza, la Fe consiste entonces en proyectar Su mirada sobre nosotros mismos, sobre la Humanidad y sobre la Historia, sobre Dios mismo y en comprometerse en función de esta mirada. La imaginación y la sensibilidad son todavía más incapaces de hacerte creer o de aumentarte la Fe. No te alarmes por no sentir nada. Por el contrario, sólo cuando hayas por fin aceptado no comprender ya nada al modo humano, no sentir ya nada, entrarás de verdad en la Fe. La Fe depende de la plegaria y como es una respuesta personal del hombre a Dios, exige plena libertad. Para ayudar a tu hermano, no hay que demostrar, sino amar y orar; no hay que persuadir, sino transmitir la Palabra y dar Testimonio. Únete a Cristo, únete a Él y procura pensar como Él, reaccionar como Él, ver como Él, vivir como Él. Él te dará Su mirada, conocerás el verdadero sentido de la vida y más tarde con Él y en Él serás un VIDENTE eterno.

JUNIOR EL MÍO

Por Marilyn Pérez

¡Dios mío! Son las cinco y yo todavía no he salido de esta maldita oficina. Ahora yo voy a coger ese tapón del expreso, pa’ ir a buscar los nenes donde la señora que los cuida cuando salen de la escuela, pa’ llegar a cocinar, que todavía no sé lo que voy a hacer hoy antes de que Junior llegue. Si Junior fuera a buscar a los nenes todo sería mucho más fácil, porque la escuelita esta más cerca del trabajo de él que del mío. Pero es que el Junior el mío trabaja tanto, deja eso. La verdad es que él sale muerto de cansancio directito pa’ casa. ¡Pocas mujeres tienen un marido tan bueno como Junior!

Los otros días me dio con lavar el baño como a las dos de la tarde. Na’ que hay días que uno no tiene na’ que hacer y a mí me dio con lavar el baño. Y me ha dado un mareo que yo creía que me moría. Y yo, ¡Junior!, ¡Junior!; y él, leyendo el periódico ni caso me hacía. No porque no me haga caso sino que como yo lo llamo tanto. Si porque yo es Junior pa’quí y Junior pa’llá. La cosa es que me caí de la bañera y cuando ese hombre oyó el guatapanazo casi se muere del susto que tenía. El baño estuvo horas que era un desastre, lleno de lestoil, clorox, y de cuanta cosa había. ¿Tú te crees que Junior se molestó por eso? Él, con toda tranquilidad, porque Junior es muy tranquilo, me dijo nena, no te preocupes por el baño. Quédate acá acostadita que yo voy a dar una vueltita y cuando te sientas mejor lo terminas de lavar.

¿Qué hombre hace eso con una mujer en este país? Busquen, a ver si encuentran y yo quejándome por ir a buscar los nenes, que a fin de cuentas eso no da tanto trabajo. Si yo tuviera un marido mal padre; pero él a los nenes los adora. Y esos chavos pa’ la compra no fallan. Semana tras semana esos 20 pesos están encima de la mesa todos los sábados por la mañana pa’ que yo compre las cosas de la casa que hagan falta. De ahí yo compro leche, arroz, carne y con lo que sobra le traigo a Junior su cervecita, porque pa’ que beba en la calle que beba en casa.

¡Deja eso, ese hombre es loco conmigo! Es un apegamiento. Eso es así desde que éramos novios. Todo tengo que hacerlo yo. Las camisas, nadie se las plancha como yo, dice él. Nadie le cocina como yo tampoco. Si va a comprar ropa lo tengo que acompañar. Y todo lo dividimos a la mitad. Como hacemos pa’ la compra qué él pone algo yo pongo el resto, así hacemos con todo.

A veces, bueno a veces no, casi todos los fines de semana, Junior se lleva los amigos pa’ la casa a ver boxeo, baloncesto o a jugar domino. Entonces yo les hago jasopoaito, le sirvo los traguitos, les llevo hielo, cositas que no dan mucho trabajo, porque como él sabe que yo me pongo tan mala de salud no me ocupa pa’ mucho. Y cuando ya están pasados de tragos y se van, Junior, antes de irse, siempre, siempre recoge los vasos, los platos, los cuchillos, los tenedores, las latas de cerveza, las botellas de whiskey, los calderos y todo, y me los hecha en el fregadero, que yo lo único que tengo que hacer es fregarlos, secarlos, engancharlos y pasarle un paño a la estufa y a la mesa y botar al zafacón las latas y botellas vacías. ¡Pocos hombres ayudan a una mujer como Junior me ayuda a mí!

Pero eso sí, Junior tiene su geniecito. Un día me dio una pela. Por culpa mía, que sabiendo el genio que tiene, un viernes que él llega muerto de cansado, a vestirse a la carrera pa’ ir a dar una vuelta con los amigos, eran las seis, yo hacía como quince minutos que había llegado y la comida estaba sin poner en la estufa. Y a mi bueno que me pase, porque yo lo conozco. Son siete años, dime tú si lo dije a nadie. Por que yo sé que eso no me hubiera pasado si yo hubiera cumplido con las tareas que me tocan como mujer. Pero como me entretuve dividiendo la ropa pa’ lavarla, pero llegó Junior, no había comida puesta y bien caro que me salió. Siempre que me ha dao tengo que reconocer con humildad que yo me he ganado la pezcozá. Por eso tú me ves que yo no descanso en casa. Desde que llego parezco como una hormiguita. ¡Pa’ que Junior no tenga de que quejarse!

Si me puede ahorrar los maltratos cual es el uso. Después de todo, si yo miro pa’tras y pa’lante, muchísimas mujeres que quisieran un marido como Junior el mío, pero como ese, hay uno y me tocó a mi gracias a Dios. Y no es mejor por que yo no lo ayudo mucho, porque si no, a ese hombre no hubiera quien se le parara al laó. Te lo digo yo que ya son siete años y tres muchachos. Si lo sabré o no.

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