“El Marqués de Renty, para quien Cristo era lo más precioso, en una ocasión en que se entregaba a sus devociones, indicó a su criado que lo llamara después de media hora. Este, al ir a cumplir con la orden que había recibido, vio tal expresión de santidad en el semblante del Marqués que no se atrevió a hablarle. Sus labios se movían pero no se oía ningún ruido. Esperó hora y media, y cuando lo llamó, el Marqués dijo que el tiempo que había pasado en comunión con Cristo, le había parecido muy corto.
El notable misionero Adoniram Judson dijo, refiriéndose a la oración: Arregla tus negocios, si es posible, de manera que puedas dedicar tranquilamente dos o tres horas del día no simplemente a ejercicios devocionales, sino a la oración secreta y a la comunión con Dios. Esfuérzate siete veces al día por alejarte de las preocupaciones mundanas y de los que te rodean, para elevar tu alma a Dios en tu retiro privado. Empieza el día levantándote a media noche y dedicando algún tiempo en el silencio y la obscuridad a esta obra sagrada. Que el alba te encuentre en esta misma preocupación, y haz otro tanto a las nueve, a las doce, a las tres, a las siete y a las nueve de la noche.”
“Ten resolución en su causa. Haz todos los esfuerzos posibles para sostenerla. Considera que tu tiempo es corto y que no debes permitir que otros asuntos y compañías te separen de tu Dios.”
Un predicador escocés decía: “Mi deber es pasar las mejores horas en comunión con Dios. No puedo abandonar en un rincón el asunto más noble y provechoso. Empleo en orar las primeras horas de la mañana porque durante ellas no hay ninguna interrupción. No descuido el buen hábito de orar antes de acostarme; pero tengo cuidado de que el sueño no me venza, y cuando despierto en la noche debo levantarme a orar.”
El notable misionero Adoniram Judson dijo, refiriéndose a la oración: Arregla tus negocios, si es posible, de manera que puedas dedicar tranquilamente dos o tres horas del día no simplemente a ejercicios devocionales, sino a la oración secreta y a la comunión con Dios. Esfuérzate siete veces al día por alejarte de las preocupaciones mundanas y de los que te rodean, para elevar tu alma a Dios en tu retiro privado. Empieza el día levantándote a media noche y dedicando algún tiempo en el silencio y la obscuridad a esta obra sagrada. Que el alba te encuentre en esta misma preocupación, y haz otro tanto a las nueve, a las doce, a las tres, a las siete y a las nueve de la noche.”
“Ten resolución en su causa. Haz todos los esfuerzos posibles para sostenerla. Considera que tu tiempo es corto y que no debes permitir que otros asuntos y compañías te separen de tu Dios.”
Un predicador escocés decía: “Mi deber es pasar las mejores horas en comunión con Dios. No puedo abandonar en un rincón el asunto más noble y provechoso. Empleo en orar las primeras horas de la mañana porque durante ellas no hay ninguna interrupción. No descuido el buen hábito de orar antes de acostarme; pero tengo cuidado de que el sueño no me venza, y cuando despierto en la noche debo levantarme a orar.”
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