LA NIÑA DE LAS MANZANAS
Un grupo de vendedores fue a una convención de ventas. Todos le habían
prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes por
la noche. Sin embargo, la convención terminó un poco tarde, y llegaron
retrasados al aeropuerto.
Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo por los pasillos. De
repente, y sin quererlo, uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenía
una canasta de manzanas. Las manzanas salieron volando por todas partes.
Sin detenerse, ni voltear para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y
apenas alcanzaron a subirse al avión. Todos menos uno. Este se detuvo,
respiró hondo, y experimentó un sentimiento de compasión por la dueña del
puesto de manzanas.
Le dijo a sus amigos que siguieran sin él y le pidió a uno de ellos que
al llegar llamara a su esposa y le explicara que iba a llegar en un vuelo más
tarde. Luego se regresó a la terminal y se encontró con todas las
manzanas tiradas por el suelo. Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta de que
la dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando, con enormes
lágrimas corriendo por sus mejillas. Tanteaba el piso, tratando, en vano,
de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse;
sin importarle su desdicha.
El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las metió a la canasta y
le ayudó a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacía, se dio cuenta de que
muchas se habían golpeado y estaban magulladas. Las tomó y las puso en otra
canasta. Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: "Toma, por
favor, estos cien pesos por el daño que hicimos. ¿Estás bien?" Ella,
llorando, asintió con la cabeza. El continuó, diciéndole, "Espero no haber
arruinado tu día". Conforme el vendedor empezó a alejarse, la niña le
gritó: Señor..."
Él se detuvo y volteó a mirar esos ojos ciegos. Ella continuó: "¿Es usted
Jesús...? Él se paró en seco y dio varias vueltas, antes de dirigirse a abordar
otro vuelo, con esa pregunta quemándole y vibrando en su alma: "¿Es usted
Jesús?
Y a ti, ¿la gente te confunde con Jesús? Porque ese es nuestro destino, ¿no es
así? Parecernos tanto a Jesús, que la gente no pueda distinguir la
diferencia. Parecernos tanto a Jesús, conforme vivimos en un mundo que está
ciego a su Amor, su Vida y su Gracia. Si decimos que conocemos a Jesús,
deberíamos vivir y actuar como lo haría Él. Conocerlo es mucho más que
citar los Evangelios, e ir a la Iglesia. Es, en realidad, vivir su palabra cada
día. Tú eres la niña de sus ojos, aún cuando hayas sido golpeado por las
caídas. Él dejó todo y nos recogió a ti y a mí en el Calvario; y pagó por
nuestra fruta dañada.
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