Por Marilyn Pérez
¡Dios mío! Son las cinco y yo todavía no he salido de esta maldita oficina. Ahora yo voy a coger ese tapón del expreso, pa’ ir a buscar los nenes donde la señora que los cuida cuando salen de la escuela, pa’ llegar a cocinar, que todavía no sé lo que voy a hacer hoy antes de que Junior llegue. Si Junior fuera a buscar a los nenes todo sería mucho más fácil, porque la escuelita esta más cerca del trabajo de él que del mío. Pero es que el Junior el mío trabaja tanto, deja eso. La verdad es que él sale muerto de cansancio directito pa’ casa. ¡Pocas mujeres tienen un marido tan bueno como Junior!
Los otros días me dio con lavar el baño como a las dos de la tarde. Na’ que hay días que uno no tiene na’ que hacer y a mí me dio con lavar el baño. Y me ha dado un mareo que yo creía que me moría. Y yo, ¡Junior!, ¡Junior!; y él, leyendo el periódico ni caso me hacía. No porque no me haga caso sino que como yo lo llamo tanto. Si porque yo es Junior pa’quí y Junior pa’llá. La cosa es que me caí de la bañera y cuando ese hombre oyó el guatapanazo casi se muere del susto que tenía. El baño estuvo horas que era un desastre, lleno de lestoil, clorox, y de cuanta cosa había. ¿Tú te crees que Junior se molestó por eso? Él, con toda tranquilidad, porque Junior es muy tranquilo, me dijo nena, no te preocupes por el baño. Quédate acá acostadita que yo voy a dar una vueltita y cuando te sientas mejor lo terminas de lavar.
¿Qué hombre hace eso con una mujer en este país? Busquen, a ver si encuentran y yo quejándome por ir a buscar los nenes, que a fin de cuentas eso no da tanto trabajo. Si yo tuviera un marido mal padre; pero él a los nenes los adora. Y esos chavos pa’ la compra no fallan. Semana tras semana esos 20 pesos están encima de la mesa todos los sábados por la mañana pa’ que yo compre las cosas de la casa que hagan falta. De ahí yo compro leche, arroz, carne y con lo que sobra le traigo a Junior su cervecita, porque pa’ que beba en la calle que beba en casa.
¡Deja eso, ese hombre es loco conmigo! Es un apegamiento. Eso es así desde que éramos novios. Todo tengo que hacerlo yo. Las camisas, nadie se las plancha como yo, dice él. Nadie le cocina como yo tampoco. Si va a comprar ropa lo tengo que acompañar. Y todo lo dividimos a la mitad. Como hacemos pa’ la compra qué él pone algo yo pongo el resto, así hacemos con todo.
A veces, bueno a veces no, casi todos los fines de semana, Junior se lleva los amigos pa’ la casa a ver boxeo, baloncesto o a jugar domino. Entonces yo les hago jasopoaito, le sirvo los traguitos, les llevo hielo, cositas que no dan mucho trabajo, porque como él sabe que yo me pongo tan mala de salud no me ocupa pa’ mucho. Y cuando ya están pasados de tragos y se van, Junior, antes de irse, siempre, siempre recoge los vasos, los platos, los cuchillos, los tenedores, las latas de cerveza, las botellas de whiskey, los calderos y todo, y me los hecha en el fregadero, que yo lo único que tengo que hacer es fregarlos, secarlos, engancharlos y pasarle un paño a la estufa y a la mesa y botar al zafacón las latas y botellas vacías. ¡Pocos hombres ayudan a una mujer como Junior me ayuda a mí!
Pero eso sí, Junior tiene su geniecito. Un día me dio una pela. Por culpa mía, que sabiendo el genio que tiene, un viernes que él llega muerto de cansado, a vestirse a la carrera pa’ ir a dar una vuelta con los amigos, eran las seis, yo hacía como quince minutos que había llegado y la comida estaba sin poner en la estufa. Y a mi bueno que me pase, porque yo lo conozco. Son siete años, dime tú si lo dije a nadie. Por que yo sé que eso no me hubiera pasado si yo hubiera cumplido con las tareas que me tocan como mujer. Pero como me entretuve dividiendo la ropa pa’ lavarla, pero llegó Junior, no había comida puesta y bien caro que me salió. Siempre que me ha dao tengo que reconocer con humildad que yo me he ganado la pezcozá. Por eso tú me ves que yo no descanso en casa. Desde que llego parezco como una hormiguita. ¡Pa’ que Junior no tenga de que quejarse!
Si me puede ahorrar los maltratos cual es el uso. Después de todo, si yo miro pa’tras y pa’lante, muchísimas mujeres que quisieran un marido como Junior el mío, pero como ese, hay uno y me tocó a mi gracias a Dios. Y no es mejor por que yo no lo ayudo mucho, porque si no, a ese hombre no hubiera quien se le parara al laó. Te lo digo yo que ya son siete años y tres muchachos. Si lo sabré o no.
¡Dios mío! Son las cinco y yo todavía no he salido de esta maldita oficina. Ahora yo voy a coger ese tapón del expreso, pa’ ir a buscar los nenes donde la señora que los cuida cuando salen de la escuela, pa’ llegar a cocinar, que todavía no sé lo que voy a hacer hoy antes de que Junior llegue. Si Junior fuera a buscar a los nenes todo sería mucho más fácil, porque la escuelita esta más cerca del trabajo de él que del mío. Pero es que el Junior el mío trabaja tanto, deja eso. La verdad es que él sale muerto de cansancio directito pa’ casa. ¡Pocas mujeres tienen un marido tan bueno como Junior!
Los otros días me dio con lavar el baño como a las dos de la tarde. Na’ que hay días que uno no tiene na’ que hacer y a mí me dio con lavar el baño. Y me ha dado un mareo que yo creía que me moría. Y yo, ¡Junior!, ¡Junior!; y él, leyendo el periódico ni caso me hacía. No porque no me haga caso sino que como yo lo llamo tanto. Si porque yo es Junior pa’quí y Junior pa’llá. La cosa es que me caí de la bañera y cuando ese hombre oyó el guatapanazo casi se muere del susto que tenía. El baño estuvo horas que era un desastre, lleno de lestoil, clorox, y de cuanta cosa había. ¿Tú te crees que Junior se molestó por eso? Él, con toda tranquilidad, porque Junior es muy tranquilo, me dijo nena, no te preocupes por el baño. Quédate acá acostadita que yo voy a dar una vueltita y cuando te sientas mejor lo terminas de lavar.
¿Qué hombre hace eso con una mujer en este país? Busquen, a ver si encuentran y yo quejándome por ir a buscar los nenes, que a fin de cuentas eso no da tanto trabajo. Si yo tuviera un marido mal padre; pero él a los nenes los adora. Y esos chavos pa’ la compra no fallan. Semana tras semana esos 20 pesos están encima de la mesa todos los sábados por la mañana pa’ que yo compre las cosas de la casa que hagan falta. De ahí yo compro leche, arroz, carne y con lo que sobra le traigo a Junior su cervecita, porque pa’ que beba en la calle que beba en casa.
¡Deja eso, ese hombre es loco conmigo! Es un apegamiento. Eso es así desde que éramos novios. Todo tengo que hacerlo yo. Las camisas, nadie se las plancha como yo, dice él. Nadie le cocina como yo tampoco. Si va a comprar ropa lo tengo que acompañar. Y todo lo dividimos a la mitad. Como hacemos pa’ la compra qué él pone algo yo pongo el resto, así hacemos con todo.
A veces, bueno a veces no, casi todos los fines de semana, Junior se lleva los amigos pa’ la casa a ver boxeo, baloncesto o a jugar domino. Entonces yo les hago jasopoaito, le sirvo los traguitos, les llevo hielo, cositas que no dan mucho trabajo, porque como él sabe que yo me pongo tan mala de salud no me ocupa pa’ mucho. Y cuando ya están pasados de tragos y se van, Junior, antes de irse, siempre, siempre recoge los vasos, los platos, los cuchillos, los tenedores, las latas de cerveza, las botellas de whiskey, los calderos y todo, y me los hecha en el fregadero, que yo lo único que tengo que hacer es fregarlos, secarlos, engancharlos y pasarle un paño a la estufa y a la mesa y botar al zafacón las latas y botellas vacías. ¡Pocos hombres ayudan a una mujer como Junior me ayuda a mí!
Pero eso sí, Junior tiene su geniecito. Un día me dio una pela. Por culpa mía, que sabiendo el genio que tiene, un viernes que él llega muerto de cansado, a vestirse a la carrera pa’ ir a dar una vuelta con los amigos, eran las seis, yo hacía como quince minutos que había llegado y la comida estaba sin poner en la estufa. Y a mi bueno que me pase, porque yo lo conozco. Son siete años, dime tú si lo dije a nadie. Por que yo sé que eso no me hubiera pasado si yo hubiera cumplido con las tareas que me tocan como mujer. Pero como me entretuve dividiendo la ropa pa’ lavarla, pero llegó Junior, no había comida puesta y bien caro que me salió. Siempre que me ha dao tengo que reconocer con humildad que yo me he ganado la pezcozá. Por eso tú me ves que yo no descanso en casa. Desde que llego parezco como una hormiguita. ¡Pa’ que Junior no tenga de que quejarse!
Si me puede ahorrar los maltratos cual es el uso. Después de todo, si yo miro pa’tras y pa’lante, muchísimas mujeres que quisieran un marido como Junior el mío, pero como ese, hay uno y me tocó a mi gracias a Dios. Y no es mejor por que yo no lo ayudo mucho, porque si no, a ese hombre no hubiera quien se le parara al laó. Te lo digo yo que ya son siete años y tres muchachos. Si lo sabré o no.
Muy real.
ResponderEliminarEs muy lamentable que existan mujeres que se sientan felices por tener un hombre a su lado, aunque las maltraten y hasta justifican sus actos.
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