martes, 12 de junio de 2012

LA PARÁBOLA DEL RELOJERO


Apocalipsis 2:20


Si en ti hay algo radicalmente malo, algo que requiere un cambio radical y tú no puedes lograr este cambio; y si sólo Dios puede hacerlo, síguese que: o Dios hará esta obra en ti sin tu ayuda, o la hará con tu consentimiento. Y por cierto Dios nunca salva al hombre sin su consentimiento.


El hombre no es una máquina. Si tengo un reloj que no marca bien la hora, lo llevo al relojero, en cuyo caso el reloj no consiente ni puede consentir. El relojero lo desarma, encuentra la falta y la remedia, siendo el reloj completamente pasivo. Cualquier otra clase de máquina se repara de la misma manera. Pero el hombre fue hecho a la imagen de Dios, y esta imagen queda en parte en el hombre aún después de la caída, en su poder de pensamiento y en el libre albedrío. Digo con gran reverencia que Dios respeta a las criaturas de su creación, y en consecuencia de ello no trata a los seres humanos como si fuesen máquinas.


El Creador respeta la mente, capaz de pensar; el corazón, capaz de amar; la conciencia, capaz de juzgar; la voluntad, capaz de escoger. Por lo tanto nos presenta la salvación como algo que se puede escoger y aceptar: no lo puedes ganar, o conseguir por tu esfuerzo; pero la puedes tomar por fe; y nunca será tuya si no la tomas así. —A. T. Pierson.

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